miércoles, 26 de octubre de 2016

Vintage Notes: Sin Título

... Y entonces bajo del trole, lo primero que noto es un restaurante cerrado, no es nada raro, después de todo es bastante temprano. Sigo caminando por la calle de costumbre, algo en ella es diferente, no hay casi nadie, imagino lo que viene pero aún así no puedo detenerme, nacesito estar seguro e ello. Doblo la esquina de siempre que al igual que la anterior no hay casi nadie, doy un par de pasos y ¿Qué es esto? Una mujer se acerca para decirme algo ¿Se imaginará a lo que vine e intentará hacerme desistir? Me quito uno de los audífonos para entender lo que dice:

— ¿No tendrás siete pesos que me regales? –pregunta ella.

¿Siete pesos? Los tengo, creo que incluso más, pero no me apetece dárselos– Lo siento, no tengo –digo por fin.

— ¿Ni cinco o dos? –ella insiste, una duda pasa por mi mente ¿para qué los querrá? Esa una duda que no sale de mi cabeza, de todas formas no es de mi incumbencia.

Parece que no me dejara seguir en paz a menos claro que le de un poco de cambio; dos pesos parecen suficientes para que me deje en paz, pero no puedo sacar el montón de monedas y elegir la que me plazca, le acabo de decir que no traía.

Meto la mano al bolsillo e intento buscar algúna moneda de cinco, ella sigue ofreciendo cifras pero no le presto demasiada atención, encuentro la dichosa moneda (o al menos eso creo), la saco y la pongo en la palma de mi mano, la observo un momento sólo para darme cuenta de que me he equivocado; aquella que yo quería debería tener un borde plateado, a diferencia de el dorado que ahora posa enfrente de mí:

— ¡oh! con diez está perfecto -se nota un tono de alivio y alegría.

Me detengo a pensarlo un momento ¿intento sacar otra más pequeña? No, ya ha visto esa y no creo que le parezca divertido que le de otra de menor valor ¿Es lo mejor darle aquella moneda? ¿Y si la utiliza para cosas como drogas o algo así? Lo dudo, y aún si así fuera sería algo de poca relevancia para mi. Con que eso sirva para continuar mi camino será más que suficiente para mí. Creo que se ha dado cuenta de mi dilema:

— Si quieres te regalo una bufanda.

Aun si no me la hubiera ofrecido, yo se los hubiera dado, pero bueno. De una bolsa negra saca una bufanda más o menos delgada y me la entrega, yo le doy el dinero, agradece y sigue su camino contrario al mío. Me atoro la bufanda al cuello, no era una mañana especialmente fría pero había que darle un uso al presente.

A lo lejos se ve un gran numero de personas reunidas, cuando llego ellas ya se han ido y me encuentro solamente con una escuela cerrada. Raro pero no sorpresivo. Ya me habían dicho que la cerrarían ¿por qué no hice caso a aquellas advertencias? Supongo que tenía que verlo con mis propios ojos, no me detengo mucho, no hay mucho que ver, mando un par de mensajes y tomo el transporte público, es hora de regresar a casa...

★ ★ ★

¡Hola a Todos!

Espero que les haya gustado esta breve historia. La escribí hace ya bastante tiempo y me pareció genial resubirla. Obviamente hice algunos cambios para mejorla y adaptarla un poco mejor a lo que escribo ahora.

En cuanto al título, estaba pensando en desempolvar otras historias viejas, es por éso que lo llamé "Vintage Notes" puesto que las versiones originales se encuentran en mis Notas de Facebook (si es que todavía alguien puede leer ésas cosas).

Como sea, agradezco de antemano todo su apoyo y estén pendientes de nuevas actualizaciones.

Contactos:
Facebook
Wattpad
Youtube (Próximamente)

martes, 18 de octubre de 2016

Otras Princesas ¡Del Mismo Cuento! 4

"De Borregos y Becerros"

- Ya dime quién te gusta -me preguntó una Choa de 15 años mientras se acomodaba en su asiento.
Hacía mucho que no la veía puesto que se había mudado a una ciudad distinta. Ésa noche en particular habíamos planeado una pijamada, y con más razón pues mi padre había salido para ayudar a tio Ed en su grupo de citas express. Además eran las vacaciones que precedian la preparatoria, lo cual significaba que estaríamos sin vernos tan seguido un poco más.
- Dime, anda -insistió la rubia.
- Pa que quieres saber eso jaja saludos -contesté mientras me ponía la pijama.
- Pues para hacerte burling, ¿qué razón más valida que ésa?
- Mejor muere con la duda.
- Aaandaaa te prometo que no le digo a nadie -me tomé un momento para pensarlo.
- ¿Segura? -pregunté algo insegura.
- Pinky Promes -ofreció el meñique. Di un suspiro de resignación y entonces complete el saludo.
- Cindy -contesté sin ganas mientras me sentaba junto a ella.
- ¿qué clase de hombre se llama Cindy? -preguntó confundida.
- No es un hombre genio... -hubo un silencio mientras la tierna y a veces un poco lenta mente de Choa procesaba lo que le acababa de decir.
- oooh ¿entonces? Naaah ¿en serio?
- Vaya, lo descubiste, sí, en realidad es un mamífero semiacuatico -dije con sarcasmo.
- Ésa era mi segunda opción -contestó ella siguiendo la broma.
- Si como no -dije sarcástica.
- jajaja pero entonces ¿cuál Cindy?
- ¿En serio no te acuerdas de ella?
- No me juzgues, llevo siglos sin ver a nadie. De ti me acuerdo sólo porque me acosas en redes sociales.
- ¡¿Yo te acoso?! -pregunté fingiendo indignación- yo no fui la que te mando quinientos trece mensajes a las cuatro de la madrugada explicando el por que debería llevarte comida a esa hora...
- Eran argumentos bastante válidos.
- Repetiste cincuenta veces seguidas "porque soy tu diosa :v".
- No sólo de fé vivimos.
- Tampoco venden borregos para sacrificar a ésa hora.
- ¿Y éso qué? Es tu responsabilidad como principal seguidora de mi secta el tener un borrego listo para sacrificar.
- Ora... ¿y quien dijo que yo era seguidora de tu secta?
- Yo, porque soy tu diosa.
- aja...
- En cualquier caso, ya dime ¿cuál Cindy? -Puse los ojos en blanco y me dejé caer en la montaña de cojines y peluches que tenía en mi cuarto.
- La que iba con nosotras y se cambió de grupo...
- Cindy... Cindy... -Choa tratando de hacer memoria- aaah ¿la Chuy?
- Nunca entendí ése apodo...
- Es una rara mezcla de Cindy y Chucho, porque como se apellida "de Jesús"...
- oooh ya... ¿no te parece algo tonto?
- pues yo no se lo puse, fue la voz del pueblo.
- O sea el montón de retrasados que asisten a nuestras clases...
- No te lo voy a negar.
- Pues si, es ella.
- hmmm... veamos, ¿Alechuy? No, muy genérico, ¿Chuyessa? Nah, suena raro...
- ¿y ahora que haces? -pregunté al oirla susurrar.
- Bautizando su ship.
- ¿En serio? -me lleve la mano a la cara para hacer un face palm.
- Cindessa, ¿te gusta?
- Si con éso dejas de decir tonterías...
- No son tonterías, sin ship no hay amor.
- Te dije que me gustaba, no que la amaba.
- sólo es cuestión de tiempo.
- ¿Cómo sabes? Si ni siquiera estoy segura de que a ella le guste... tú ya sabes...
- ¿Las mujeres? ¡Por favor! Si se le nota a leguas que ya hasta abrió su propia tortilleria*.
- ¿Y tú cómo sabes? -pregunté cizañosamente.
- Pues uno, porque soy una diosa; y dos, porquetambién soy heteroflexible.
- ¿Éso que significa? -ahora tenía curiosidad.
- Que a falta de pan, tortilla.
- oooh ya... pero ahora que lo recuerdo, yo no te había dicho que me gustaban las mujeres.
- ¿Y éso qué?
- Que no pareces ni tantito sorprendida.
- aaah esque a ti también se te notaba.
- ¿desde cuándo?
- desde que terminaste  con Juan "Drogo".
- ¿Eso que tiene que ver?
- Pues le dejaste secuelas al pobre desgraciado.
- No es para tanto.
- ¿No? Lo vestiste de mujer y vendiste su pack por Ebay.
- ¡Necesitaba el dinero!
- Pero él no necesitaba señores de cuarenta años para que lo acosaran.
- Bueno, en cualquier caso yo no vi que te quejaras cuando te lleve a comer a aquel restaurante caro.
- ...
- además él dijo "haría cualquier cosa por ti" y repito, necesitaba el dinero.
- Bueno, volvviendo a lo de Cindy...
- ¿qué cosa?
- ¿Cómo le vas a decir?
- ¡No sé! -me tape la cara de la vergüenza- todo esto es nuevo para mi, nunca antes me había gustado una chica.
-No son tan distintas de los chicos.
- Pero ¿que tal y quiere besarme?
- ¿Qué hay de malo con éso?
- Pues que yo no... he... dado mi primer beso -éso último lo dije casi susurrando.
- ¿en serio? -asenti avergonzada. Choa suspiró como decepcionada- si ése es el problema, ven levantate.
- ¿Que vas a hacer? -pregunté mientras ella tiraba de mis brazos para hacer que me sentara. Una vez lo consiguió y sin darme tiempo a decir nada, me tomó por el cuello de la pijama y me acercó a ella para plantarme un fuerte beso en los labios.
Al principio intenté resistirme pero conforme pasaron unos segundos mi cuerpo dejó de responder y me dejé llevar por el momento. Su boca y en particular sus labios tenían un delicioso sabor, a fresas para ser exactos el cual seguramente provenía de alguno de mis labiales. Sin darnos cuenta, el beso, que en un principio no era más que un par de bocas pegadas una junto a otra, comenzó a hacerse más y más profundo convirtiéndose en un entrlazo de la una con la otra. Instintivamente comencé a abrezar su labio inferior con mi boca, como si quisiera quitarle todo el labial prestado, y ella lejos de resistirse lo estiraba como pidiendo más y más.
Durante ése instante la noción del tiempo se perdió en algún lugar de nuestras mentes, por éso me es imposible recordar cuánto tiempo exactamente estuvimos así. Sólo recuerdo que en algún momento ambas caímos en cuenta de lo que estábamos haciendo e inmediatamente nos alejamos la una de la otra, dándonos la espalda para ocultar el rubor de nuestra cara que seguramente estaría del color de un tomate.
— E-e-esto n-nunca pasó ¿de acuerdo? —dijo Choa tartamudeando seguramente por el shock.
— Entendido —dije apresurando mucho las palabras— seguramente fue por el sueño, será mejor que ya nos durmamos.
— Sí yo creo —ambas nos apresuramos a apagar las luces y arroparnos en nuestro respectivo lado de la cama, una vez más dándonos la espalda.
A la mañana siguiente actuamos como si lo de aquella noche nunca hubiera pasado. Tiempo después anduve con Cindy y algunas otras chicas y chicos. Mi primer beso oficial tuvo lugar en algún otro lugar con una persona distinta. Quedando el verdadero oculto entre una montaña de peluches como un secreto entre las dos.

☆ ☆ ☆

Ése día en particular llegamos más temprano de lo habitual. Edgar amablemente se había ofrecido para ayudarme a estudiar para los exámenes que ya pronto amenazaban con llegar. Llegué a la puerta del salón y como ya era costumbre  en mi me asomé por la ventana de ésta para saber quién estaba dentro. No había tantos alumnos, después de todo aun faltaba para nuestra primera clase. De entre todos destacaba una que se encontraba en los últimos asientos sentada con el gesto más aburrido que había visto hasta la fecha.
Me sentí un poco mal por ella, después de todo era igual o incluso peor de antisocial que yo, por lo que no era de sorprenderse que se encontrara de ésa forma. Aún así era su culpa, ella se había enojado sóla.
— ¿Quien está adentro? —preguntó Edgar mientras me ofrecía una soda enlatada.
— Hmmm... Nadie —conteste intentado evitar el tema— ¿no quieres ir mejor a otro lugar?
Traté de ocultar la ventana con mi espalda, pero fue inútil pues él, aprovechando su altura consiguió echar un vistazo al interior— ahí está Choa ¿Por qué no tratas de hablar con ella? —dio un trago a su bebida.
— Porque no tengo de qué hablar con ella, quería espacio y éso es lo que tiene —dije con un tono de indignación.
— ¿Segura? Porque ella no parece estar del todo de acuerdo —dedique otro vistazo a Choa que continuaba con un gesto de aburrimiento fatal.
— Te digo que mejor vayamos a otro sitio —argumente tratando de jalar su brazo para apresurarlo, pero él simplemente se resistio.
— Escucha, obviamente no te voy a obligar, pero tampoco me gusta que estés así, en verdad creo que deberías hablar con ella.
— No lo entiendes —conteste bajando la mirada, la conversación era inevitable.
— Puede que tengas razón —me abrazó  tiernamente— pero se supone que son amigas y ya estuvieron separadas cuatro años, deberías aprovechar ahora que la tienes más cerca.
— ¿Tú cómo sabes eso?
— Me lo contó un pajarito...
— Fue Oliver ¿verdad?
— Mi punto es el mismo —correspondi el abrazo, Edgar tenía razón, se supone que habíamos entrado a ésta universidad para vernos más seguido, y ahora que podíamos estábamos más lejos que nunca.
— Tal vez tengas razón... —cedi mientras el acariciaba mi cabello.
— ¿Entonces vamos a entrar?
— Nah, ahorita no, tengo una idea mejor para contentarla.

∆ ∆ ∆
Días después...
Choa se encontraba sóla como de costumbre, era el momento perfecto. Me acerqué decididamente hacia ella y de un golpe planté un regalo en la mesa, era un frasco cubierto de algodón simulando lana y en la tapa dibujada una cabeza de borrego.
— ¿Qué es esto? –preguntó extrañada.
— Una ofrenda de paz.
— Okaaay ¿y por qué tiene forma de borrego?
— Ábrelo –miro con desconfianza el frasco y luego a mí. Comenzó a girar la tapa y cuando por fin logró sacarla varios resortes rojos saltaron del interior. Ella dió un saltito de la impresión. Se quedó viendo al infinito con un gesto que se podría traducir como "¿qué hice mal?" Mientras esperaba a que terminaran de salir los resortes. Entonces me vio a mi con la misma cara–. Son sus tripas –dije señalando los resortes.
— Si entendí –dijo ella sin cambiar su expresión. Hubo un silencio en el que sólo nos miramos la una a la otra, lo cual fue bastante gracioso. O por lo menos éso dijo después Edgar que se encontraba viendo todo desde la entrada.
— ¡Perdoname! –solte finalmente y la abracé– no sé que te hice pero por favor perdóname...
— Alessa...
— ... Soy una terrible amiga por no decírtelo antes, pero también es tu culpa...
— Alessa...
— ... Tú fuiste la que quería espacio para quien sabe que cosa...
— ¡Alessa!
— ¡¿Qué?! –retrocedi para verla de frente.
— Está bien, no tienes que disculparte.
— Pero yo...
— Fui yo la que se comportó como una tonta, lo siento... –su voz pareció temblar en un momento.
— Bueno, mejor dejémoslo como un empate –ahora fue ella quien me abrazo. Estuvimos un rato así hasta que Edgar se acercó.
— ¿Entonces...? ¿Ya quedó?
— ¿Ya quedó qué? –contestó Choa un tanto agresiva.
— Ah sí, Choa te presento a mi novio Edgar.
— Un gusto –dijo él y extendió la mano.
— Como sea –contestó ella haciendo a un lado el saludo.
— Así es ella –dije para disculpar a Choa.
— No te preocupes –respondió él– he conocido peores. ¿Que les parece si celebramos ésta bonita reconciliación con una bebida?
— Yo voy por ellas –dije mientras me levantaba– ya sé qué le gusta a cada quien y además tengo la cartera de Choa.
— ¿Que? –se tocó los bolsillos– ¿en qué momento...?
— Bajaste la guardia mi querida amiga.
— Veo que te he enseñado bien –puso una pose de seguridad– deberías estarme agradecida.
— Y lo estoy, gracias por tu cartera jajaja.
— Espero que sepas lo que pasará cuando te agarre.
— Querrás decir si es que me agarras buajajajaja –en ése momento salí corriendo en dirección a la máquina de bebidas.

★ ★ ★

La pelirroja salió del salón en busca de la cafetería, dejando sólos a la rubia y su enamorado. "Servirá para que se conozcan" pensó mientras daba el último paso dentro del aula; sin embargo Alessa no sabía que aquellos que se suponía debían ser amigos eran rivales, rivales de amores de lo cual sólo uno de ellos era consciente.
— No sé que tanto viste –comenzó Choa apenas vio que su amiga salía por la puerta–, pero ni creas que te servirá para chantajearme. La amenaza sigue en pie y pienso cumplirla.
— Tsk –contesto Oliver conteniendo su ira– tú tampoco te confíes, que si Alessa se disculpó fue porque yo se lo sugerí…
— Yo no te pedí que hicieras nada.
— Y ni aunque me lo hubieras pedido lo habría hecho por ti, fue por Alessa, se veía triste por ello pero claro, éso a ti parece no importarte.
Ahora fue Choa quien tuvo que dar un amargo trago de coraje– ¿y crees que por éso eres mejor que yo?
— Yo no me creo nada...
— Que bueno, porque eres NADA –interrumpió adrede la rubia. Él dio un suspiro de resignación.
— Mira, está más que claro que ni tú ni yo queremos estar cerca del otro, pero tenemos un objetivo en común y eso es cuidar a Alessa. Así que te propongo una tregua, por lo menos mientras esté ella, tratemos de tolerarnos y todos felices.
La rubia guardó un silencio para meditarlo, si lo que decía era cierto, entonces pelear con él sería improductivo. Además, era más fácil que Alessa se alejara de un novio que de una amiga, por lo que tenía las de ganar por el momento–. Está bien, pero recuerda lo que te dije.
— Como quieras.
Y no se dijo más. Ambos se mantuvieron en silencio hasta que llegó la pelirroja con tres bebidas de diferentes sabores. Si la ignorancia es felicidad, en ése momento Alessa estaba contentisima de no saber que sus amigos estaban en medio de una guerra fría disfrazada de tregua. Cualquier mal movimiento podía desencadenar un terrible desastre, teniendo en medio del fuego cruzado a aquella inocente chica que felizmente abría una bebida sabor naranja. Su favorita.

viernes, 7 de octubre de 2016

Otras Princesas ¡Del Mismo Cuento! 3

"Una Noche Estelar"

Pasaron los días, uno tras otro se acumulaban en las hojas del calendario. Sin apenas darnos cuenta el naranja follaje del otoño había terminado de caer y durante ése tiempo Choa no me había dedicado ni una palabra.

Con el que sí que hablaba era con Edgar que se había comportado bastante bien conmigo. Teníamos gustos similares y además de sincero era atento y confiable. El tiempo que pasamos juntos era genial, nuestras salidas a parques, cafés, restaurantes, ferias y museos eran de lo mejor y nos la pasábamos bastante bien.

De vez en cuando invitabamos a Vicky y Oliver quienes también hacían una linda pareja aunque ellos lo negaran. Durante estos días había conseguido sacar a Choa de mi cabeza; era mi amiga, sí, pero el mundo no se detiene por una persona y yo tampoco lo iba a hacer.

No lo voy a negar, el recuerdo aún perduraba en mi mente, volvía a mí en forma de pequeños flashbacks acompañado de un sabor a tristeza y enojo, pero no había vuelta atrás lo había decidido y, aunque nos habíamos prometido amistad eterna... bueno, digamos que a veces la eternidad es más efímera de lo que uno piensa.

Ése día era sábado, había quedado de verme con Edgar y los demás en uno de los espacios verdes del campus. Resulta que la Facultad de Astronomía había quedado un picnic nocturno para contemplar la lluvia de estrellas que tendría lugar ésa noche. La entrada era libre y podíamos llevar lo que quisieramos siempre y cuando no entorpeciera la práctica y demás actividades que llevarían a cabo los alumnos de dicha facultad.

Aliste un mantel y un par de mantas para cubrirnos del frío invernal, de la comida y demás utilidades se encargarían los otros por lo que, para mi buena suerte mi equipaje era estorboso pero no pesado.

Bajé las escaleras y me encontré a mi padre saliendo de la cocina cargando una bandeja con cuatro tazas de café y galletas para acompañarlo.

- ¿Ya te vas? -preguntó al verme para luego entrar a la sala. Ahí estaba de nuevo la maestra Roxana acompañada del tío Edvin y Katarina.

- Ya casí -respondí siguiendolo por el olor de las galletas.

- ¡Alessa! -dijo mi tía al verme.

- ¡Galletas! -dijo el tío al ver a mi padre. Tenía un sentido del humor bastante extraño.

- Primero saluda a tu sobrina -le reprendió Kat a su esposo. Algunas veces se comportaban más como madre e hijo más que como marido y mujer.

- Alessa, ¿por qué el celular usa lentes? -preguntó Edvin.

- ¿Por qué? -pregunté anticipando unas risas.

- ¡Por que perdió sus contactos! -el silencio se hizo presente, el único gesto que recibió fue un facepalm por parte de tía Kat, yo me reí más por el eterno optimismo de él que por el chiste.


- ¿Por qué no me casé con el listo? -preguntó Kat al cielo.


- Porque aquí tienes al guapo -le respondió su marido abrazandola.


- Sí mi amor -contestó ella en un tono condescendiente dándole palmaditas en la cabeza. Hice la mochila a un lado y me senté dejando un espacio entre Roxana y yo el cual mi padre ocupó apenas terminó de repartir las tazas de café- ¿cómo has estado mi niña?


- Bien tía, gracias. Hace mucho que no la veía.


- Sí... -contestó con un gesto de molestia- es que últimamente hemos tenido mucho trabajo en la officina, apenas hoy que tuvimos un tiempo libre pudimos venir a verlos. Pero bueno, ¿cómo vas en la escuela?


- Pues... ahí la llevo, tareas y más tareas.


- Que bien tú échale ganas para que seas alguien en la vida y no tengas que casarte con alguien como tu pobre tío.


- ¡Oye! -protestó tío Ed.


- Sabes que es verdad -insistió ella.


- La verdad sí, ¿para qué negarlo? -cedió él- pero éso sí nada de noviesitos, todavía estás muy niña.


- jajaja ya tengo 19 tío.


- ¡Por eso! ¿Sí o no Uriel? -papá terminó de dar un trago a su café.


- Si algún granuja cree que puede robarle el corazón a mi niña le partimos las piernas -contestó con toda tranquilidad.


- Aja... -intervino Roxana con condescendencia- si los padres de verdad cumplieran ésas amenazas tu padre sería un muñon con cabeza... -sonrió burlándose mientras llevaba la taza a su boca.


- Hay, éso fue en mis tiempos mozos, no es para tanto -dijo mi padre excusandose.


- ajá... cuánta mocedad la tuya... -añadió Roxana ahora con sarcasmo.


- Alessa ¿no tenías una excursión o algo así? -trató de cambiar de tema.


- ¡Oh! Es verdad, ya me tengo que ir -dije sacando el celular para comprobar que me quedaban unos escasos 5 minutos.


- ¿A dónde va? -preguntó tía Kat.


- A ver una lluvia de estrellas con sus amigos -respondió mi padre en mi lugar. Recogí la mochila y la subí a mis hombros.


- Te llamo cuando termine para que pases por mí ¿va? -dije a mi padre.


- Está bien pero que no sea muy tarde.


- Sip -me acerqué a mis tíos y le di un beso en la mejilla a cada uno- hasta luego -fue lo último que dije como despedida.


- Que te vaya bien -contestó ella.


- Vete con cuidado -agregó él.


☆ ☆ ☆


Llegué al atardecer a la escuela, el evento tardaría un par de horas más en comenzar pero era bueno llegar temprano para apartar un buen sitio donde ver el espectáculo. Cuando llegué Edgar ya me estaba esperando y me recibió con una sonrisa.


- Te ves hermosa -conforme habían pasado los días, sus cumplidos eran menos discretos y éso me gustaba. No consideraba que fuera egocéntrica pero viniendo de alguien tan guapo no me hacía sentir para nada mal.


- Gracias, tú tampoco estás tan mal, guapo -contesté siguiendo su juego. Tengo que admitirlo, creo me gustaba y estaba casi estaba segura que yo a él también por lo que éste coqueteo no era cosa del otro mundo. De hecho, ésta noche seguramente sería especial, aunque por alguna razón sentía un poco de miedo, después de todo entre él y mi último ex-novio había un bachillerato de distancia.


- Oliver y Vicky nos van a ver adentro, o al menos eso dijeron.


- Éso espero porque muero de hambre -me di unas palmaditas en el estómago.


- Te voy a tener que sacar rodando -bromeó.


- No te preocupes, puedo rodar yo sola. En cualquier caso... -me colgué de su brazo- ¿entramos ya? -Me miró a los ojos y sonrió.


- Cuando quiera señorita.


Comenzamos a caminar. Yo odiaba las concurrencias y Edgar lo sabía, fue por éso que optamos por dar la vuelta al edificio central por el cual estaban pasando la mayoría de los alumnos. Se podría decir que había dos caminos, el normal y el del amor, pues no éramos la única pareja que transitaba por ahí. Y no era para menos, ése camino llevaba a un pequeño parque escondido donde las parejas disfrutaban de un tiempo a solas y un ambiente tranquilo.


Finalmente llegamos al patio donde sería la dichosa reunión, dimos un par de vueltas antes de encontrar un sitio con buena vista a la bóveda celeste. Tendimos el mantel y nos sentamos para esperar tanto a nuestros amigos como a que empezara todo el show. Era un área verde bastante amplia sin ningún árbol o edificio en la cercanía que pudiese obstruir la visión del cielo, había varios alumnos distribuidos a lo largo y ancho pero el centro estaba reservado para aquellos privilegiados de la facultad de Astronomía que estaban equipados con telescopios y algunos otros instrumentos que escapaban a mi comprensión.


Salvo por los murmullos de la concurrencia, era una noche tranquila, el cielo se encontraba totalmente despejado y en la lejanía se podía apreciar la primer belleza de la noche: la puesta de sol. Estaba tan hipnotizada con éste espectáculo que cuando me di cuenta ya me encontraba junto a Edgar bajo el calor de una misma manta, tenía más en mi mochila pero nos servía como excusa para estar juntos. Casi con sincronía con el sol, aparecieron Oliver y Vicky serpenteando entre la multitud para llegar a nosotros.


- Milagro que se aparecen -dije apenas se acercaron.


- Lo siento, pero más vale tarde que nunca -respondió Oliver.


- Además, se ve que ustedes "tortolitos" no estaban precisamente preocupados por nosotros -añadió Vicky con picardía.


- Ustedes tampoco se ven precisamente apurados -contesté con el mismo tono. Edgar rió y ellos se miraron con complicidad. Las palabras sobraban pues ños cuatro sabíamos que significaba.


Extendieron una manta cerca de la nuestra y se sentaron a platicar mientras esperábamos el espectáculo principal. Pasaron un par de horas durante las cuales nos dedicamos a comer y observar el cielo reconociendo algunas constelaciones e inventado otras. Se respiraba un ambiente de paz y amistad hasta que de pronto alguien en la lejanía gritó "¡Ya es hora!". El silencio se expandió siguiendo a la voz y de inmediato todas las miradas se posaron en el cielo.


Pasó una primera y solitaria estrella fugaz cruzando el cielo de lado a lado, seguida por un centenar de estrellas hermanas que se movían de un lado a otro. Era un espectáculo tan hermoso como hipnótico, y mis ojos habían caído en ése encanto. Mismo que se había roto al sentir un calido peso sobre mi mano, la miré confundida y me di cuenta que era la mano de Edgar que se había acercado un poco más. Lo miré a los ojos y el respondió de la misma manera, ahora atrapando la belleza del cielo en su mirada. Se acercó lentamente. Las palabras sobraban, y mi cuerpo comenzó a inclinarse de la misma forma. Sentí su cálido aliento sobre el mío. Cerré los ojos y creo que él hizo lo mismo. No hacía falta mirar nada, sólo sentir. Sentir sus labios en los míos haciendo una hermosa danza al amor.


El primero fue tierno, breve y efímero; un mero tentempié de lo que vendría después. Nuestras miradas se cruzaron por segunda ocasión, ésta vez con complicidad. El segundo beso llegó, ésta vez acompañado de un poco más de pasión. Los pensamientos en mi cabeza comenzaron a diluirse, el cielo estrellado y el frío de ésa noche pasaron a ser simples decoraciones del entorno. Sólo existíamos él y yo, atrapados en ésa hermosa coreografía labial.


O al menos éso me hubiera gustado...


Apenas sentí su respiración cerca de la mía, vino a mi mente el recuerdo del primer día, mi amiga, Choa, no podía sacarla de mi mente por más que lo intentara. La extrañaba al punto de querer ir hasta ella y pedirle perdón por todo lo que había hecho para molestarla, si es que había hecho algo. Pero no, me encontraba a punto de intentar ahogar mis penas en un beso con un chico que se preocupaba por mí, que a pesar de todo había hecho hasta lo imposible para levantarme el ánimo: un chico que me amaba de verdad y que tristemente su amor no era correspondido.


Empuje su pecho suavemente para detenerlo. No quería engañarlo, no se lo merecía, y por ello prefería decirle una cruda verdad a una dulce mentira.


- ¿Estás bien? -preguntó confundido.


- Lo siento Edgar, es sólo que... -me tomé un momento para buscar las palabras menos hirientes. Como si las hubiera- creo que me gusta alguien más... -susurré forzando las palabras a salir. No dijo nada pero su mirada lo decía todo, lo había herido y ahora estaba decepcionado.


La culpa, tan imparcial como siempre, cayó sobre mi conciencia al verlo de ésta forma. Desee con todas mis fuerzas volver en el tiempo y seguir con la mentira acaramelada, no podía seguir viéndolo a los ojos, ésos ojos de amor que apesar de todo no cambiaban. Ahora era un amor trágico, un amor derrotado, un amor que, sin importar cómo lo viera, seguía siendo amor.


Sentí como otra lluvia se avecinaba, ésta vez tendría lugar en mis ojos, cambiando las estrellas por lágrimas. No podía dejar que me viera así, ya bastante tendría con el mal de amores como para tener que sentir también lástima por mí. Me levanté y eché a correr lo más rápido que pude, dejando atrás únicamente otro "Lo siento".


- ¡Espera! -gritó él en vano.


☆ ☆ ☆



La pelirroja salió corriendo sin rumbo conocido, pasó junto a una persona de la cuál no reparo en saber quien era, después de todo sus sentimientos la superaban.


El chico castaño salió corriendo preocupado detrás de ella, impulsado por el amor que sentía por ella, no se podía permitir dejarla sola. Su persecución se vio interrumpida cuando una rubia lo empujo a una de las paredes cercanas. Edgar no pudo más que tensar los músculos de la impresión por el ataque. Su gesto se relajó un poco al ver el rostro de su agresora.

Choa lo tomó por el cuello de la playera en un intento de demostrar supremacía. Su carácter no le permitía ser precisamente amigable y estaba a punto de demostrarlo.

- Más te vale que no le hayas hecho nada -hablo la rubia amenazante. El chico cambio el gesto a uno más serio.

- Yo no le hecho nada -contestó tajante sin una pizca de miedo.

- Éso espero porque si no... -insistió la rubia apretando más su agarre.

- tsk -interrumpió Edgar menospreciando la amenaza- antes de juzgar a otros deberías verte en un espejo -sentenció al tiempo que obligaba a Choa a soltar su playera - no soy yo precisamente el que le hace daño... -agregó antes de seguir su camino en busca de Alessa.

La rubia se quedó consternada por las palabras de aquel chico "¿a qué se refería?", dio un golpe a la pared signo de furia e impotencia. Pensó en alcanzarlo y preguntarle, o ir con su amiga para hablar con ella directamente. Pero aunque quisiera ya era muy tarde, ambos se habían perdido en los oscuros pasillos de la escuela, buscarlos sería difícil y nadie aseguraba que pudiese hablar con ella a pesar de que era su mejor amiga... porque seguían siendo amigas ¿o no?

☆☆☆


- ¡Alessa! ¡¿Dónde estás?! -escuché una voz masculina desde afuera del baño. Traté de silenciar mis sollozos lo más que pude, después de todo y aún estando en el último cubículo del baño de chicas seguramente mi llanto le podría dar una pista de dónde estaba- ¡vamos Alessa! ¡sé que estás ahí! -insistió.


- ¡Vete! -grité tratando de disimular el quiebre de mi voz. Escuché unas pisadas y de nuevo habló la voz, ésta vez desde la puerta del baño y con un volumen más moderado.


- Por favor, quiero hablar contigo.


- Déjame, estoy haciendo pipí -cualquier excusa era buena para alejarlo aunque las lágrimas se notaban en mi voz.


- ¿y lloras porque estás haciendo pipí? -preguntó de broma.


- Es mi pipí, si lloro por ella o no es mi problema -seguí con la broma, las lágrimas casaron un poco.


- Eso tengo que verlo -contestó divertido, se escucharon un par de pasos cautelosos, seguramente estaba revisando que no hubiera otra chica que pudiera incomodarse por su presencia.


- Es el baño de mujeres, no deberías entrar -traté de molestarlo un poco.


- Tú tampoco deberías llorar por la pipí, pero míranos -respondió mientras caminaba hacia mi cubículo. Lo siguiente que hizo fue tocar la puerta- ¿quién es?


- Buenas noches, ¿tiene un momento para escuchar la palabra de nuestro señor?


- No puedo, estoy ocupada llorandole a mi pipí -abrió la puerta lentamente.


- ¿Entonces que tan ocupada está para escuchame a mí? -sentó de cunclillas para verme a la cara. Con un delicado movimiento hizo a un lado el mechón de cabello que colgaba frente a mi rostro, que para ésas alturas debería verse horrible con todo el maquillaje arruinado. Tomé su mano y la presione contra mi mejilla, el gesto había sido de alguna forma reconfortante.


- En serio lo siento -un par de lágrimas más escaparon de mis ojos, él secó una con el pulgar y sonrió.


- No te preocupes -respondió con un dulce tono amable- si no estuviera listo para el rechazo, no lo hubiera intentado.


- Pero esque tú siempre eres tan lindo y amable y yo... -suspiro- te mereces algo mejor... -bajé la mirada y solté su mano.


- Pues no sé quién me merezca, inclusive yo podría decir que tú te mereces algo mejor que yo -tomó mis manos con las suyas-. Ale, si estoy aquí no es porque crea que nos merezcamos, estoy aquí porque me gustas y mucho. Si no sientes lo mismo esta bien, no te culpo, después de todo uno no puede escoger de quién enamorarse. Mientras tú seas feliz, yo estaré feliz -hubo un breve silencio, sin decir nada más me abalanze sobre él y lo abracé.


- Si quieres... -me detuve a sopesar lo que iba a decir- si quieres podemos intentarlo... -me separó un poco para verme a la cara.


- ¿Estás segura? -preguntó intentando disimular su incredulidad.


- Esque... no sé si la persona que te dije me gusta realmente, y aún si así fuera, por como están las cosas dudo que ella me vea de ésa forma. En cambio tú, aunque apenas tengo algunos meses de conocerte, creo que tus sentimientos son sinceros y no se me hace justo tener que menospreciarlos por alguien más. No puedo prometerte nada, pero no quiero mirar al pasado y pensar "¿qué hubiera pasado si no te hubiera rechazado?". Así que, si estás de acuerdo, ¿por qué no lo intentamos y vemos lo que nos depara el destino? -le di un silencio para que lo pensara, después de todo no era una desicion fácil.


- Pueees... -noté un poco de inseguridad- si con éso puedo estar junto a ti y tengo una oportunidad de convencerte, creo que no debería desaprovecharla -me sonrió con una mirada esperanzadora y volví a abrazarlo. "Gracias" pensé.


Me esperó en la salida del baño mientras arreglaba lo más que podía mi maquillaje. Caminamos de regreso al patio de Astrología, tomados de la mano, ahora más que parecer, eramos pareja. Cuando llegamos la lluvia había terminando, únicamente quedaban unos cuántos estudiantes además de los de Astrología que apenas empezaban a guardar sus armatostes. Oliver se acercó en cuanto nos vio.


- ¿Dónde se metieron? Se perdieron toda la lluvia -preguntó curioso.


- Ammm... fuimos al baño -contesté.


- Aja si... -Oliver con incredulidad- ¿lo ayudaste a sostenerlo o qué? -preguntó con toda intención, cosa que sólo logró con Edgar que apenas entendió se puso como tomate.


- ¡N-no es lo que tu crees! -apresuró las palabras mientras maneaba las manos de un lado a otro en un gesto de negación desesperada, un inocente caballero al fin y al cabo. Traté te no reír mucho al ver su reacción, de cierta forma era bastante lindo. Oliver rio al ver los efectos de su broma.


- jajaja no te preocupes, te creo -se dio media vuelta para ir con Vicky pero antes nos volteó a ver de nuevo- por cierto, hacen linda pareja -y se fue. Edgar respiró alviado mientras yo ahogue las pocas risas que quedaban.


- Bien, vamos por nuestras cosas -di un par de pasos.


- Espera -me jaló hacia él poniéndome cara a cara- todavía hay algo que quiero hacer contigo -tomó mi brazo libre y lo puso en su hombro para que girara detrás de su nuca. Esto hizo que tuviera que acercarme más, pero de inmediato comprendí sus intenciones. Pasé mi otra mano sobre el hombro respecivo al tiempo que las suyas se posaban en mi cintura. No hubo lugar para decir más. Nuestros labios se fundieron en un cálido beso.


No se si era por el amor o el calor del momento pero ¡demonios! Que bien besa.