"De Borregos y Becerros"
- Ya dime quién te gusta -me preguntó una Choa de 15 años mientras se acomodaba en su asiento.
Hacía mucho que no la veía puesto que se había mudado a una ciudad distinta. Ésa noche en particular habíamos planeado una pijamada, y con más razón pues mi padre había salido para ayudar a tio Ed en su grupo de citas express. Además eran las vacaciones que precedian la preparatoria, lo cual significaba que estaríamos sin vernos tan seguido un poco más.
- Dime, anda -insistió la rubia.
- Pa que quieres saber eso jaja saludos -contesté mientras me ponía la pijama.
- Pues para hacerte burling, ¿qué razón más valida que ésa?
- Mejor muere con la duda.
- Aaandaaa te prometo que no le digo a nadie -me tomé un momento para pensarlo.
- ¿Segura? -pregunté algo insegura.
- Pinky Promes -ofreció el meñique. Di un suspiro de resignación y entonces complete el saludo.
- Cindy -contesté sin ganas mientras me sentaba junto a ella.
- ¿qué clase de hombre se llama Cindy? -preguntó confundida.
- No es un hombre genio... -hubo un silencio mientras la tierna y a veces un poco lenta mente de Choa procesaba lo que le acababa de decir.
- oooh ¿entonces? Naaah ¿en serio?
- Vaya, lo descubiste, sí, en realidad es un mamífero semiacuatico -dije con sarcasmo.
- Ésa era mi segunda opción -contestó ella siguiendo la broma.
- Si como no -dije sarcástica.
- jajaja pero entonces ¿cuál Cindy?
- ¿En serio no te acuerdas de ella?
- No me juzgues, llevo siglos sin ver a nadie. De ti me acuerdo sólo porque me acosas en redes sociales.
- ¡¿Yo te acoso?! -pregunté fingiendo indignación- yo no fui la que te mando quinientos trece mensajes a las cuatro de la madrugada explicando el por que debería llevarte comida a esa hora...
- Eran argumentos bastante válidos.
- Repetiste cincuenta veces seguidas "porque soy tu diosa :v".
- No sólo de fé vivimos.
- Tampoco venden borregos para sacrificar a ésa hora.
- ¿Y éso qué? Es tu responsabilidad como principal seguidora de mi secta el tener un borrego listo para sacrificar.
- Ora... ¿y quien dijo que yo era seguidora de tu secta?
- Yo, porque soy tu diosa.
- aja...
- En cualquier caso, ya dime ¿cuál Cindy? -Puse los ojos en blanco y me dejé caer en la montaña de cojines y peluches que tenía en mi cuarto.
- La que iba con nosotras y se cambió de grupo...
- Cindy... Cindy... -Choa tratando de hacer memoria- aaah ¿la Chuy?
- Nunca entendí ése apodo...
- Es una rara mezcla de Cindy y Chucho, porque como se apellida "de Jesús"...
- oooh ya... ¿no te parece algo tonto?
- pues yo no se lo puse, fue la voz del pueblo.
- O sea el montón de retrasados que asisten a nuestras clases...
- No te lo voy a negar.
- Pues si, es ella.
- hmmm... veamos, ¿Alechuy? No, muy genérico, ¿Chuyessa? Nah, suena raro...
- ¿y ahora que haces? -pregunté al oirla susurrar.
- Bautizando su ship.
- ¿En serio? -me lleve la mano a la cara para hacer un face palm.
- Cindessa, ¿te gusta?
- Si con éso dejas de decir tonterías...
- No son tonterías, sin ship no hay amor.
- Te dije que me gustaba, no que la amaba.
- sólo es cuestión de tiempo.
- ¿Cómo sabes? Si ni siquiera estoy segura de que a ella le guste... tú ya sabes...
- ¿Las mujeres? ¡Por favor! Si se le nota a leguas que ya hasta abrió su propia tortilleria*.
- ¿Y tú cómo sabes? -pregunté cizañosamente.
- Pues uno, porque soy una diosa; y dos, porquetambién soy heteroflexible.
- ¿Éso que significa? -ahora tenía curiosidad.
- Que a falta de pan, tortilla.
- oooh ya... pero ahora que lo recuerdo, yo no te había dicho que me gustaban las mujeres.
- ¿Y éso qué?
- Que no pareces ni tantito sorprendida.
- aaah esque a ti también se te notaba.
- ¿desde cuándo?
- desde que terminaste con Juan "Drogo".
- ¿Eso que tiene que ver?
- Pues le dejaste secuelas al pobre desgraciado.
- No es para tanto.
- ¿No? Lo vestiste de mujer y vendiste su pack por Ebay.
- ¡Necesitaba el dinero!
- Pero él no necesitaba señores de cuarenta años para que lo acosaran.
- Bueno, en cualquier caso yo no vi que te quejaras cuando te lleve a comer a aquel restaurante caro.
- ...
- además él dijo "haría cualquier cosa por ti" y repito, necesitaba el dinero.
- Bueno, volvviendo a lo de Cindy...
- ¿qué cosa?
- ¿Cómo le vas a decir?
- ¡No sé! -me tape la cara de la vergüenza- todo esto es nuevo para mi, nunca antes me había gustado una chica.
-No son tan distintas de los chicos.
- Pero ¿que tal y quiere besarme?
- ¿Qué hay de malo con éso?
- Pues que yo no... he... dado mi primer beso -éso último lo dije casi susurrando.
- ¿en serio? -asenti avergonzada. Choa suspiró como decepcionada- si ése es el problema, ven levantate.
- ¿Que vas a hacer? -pregunté mientras ella tiraba de mis brazos para hacer que me sentara. Una vez lo consiguió y sin darme tiempo a decir nada, me tomó por el cuello de la pijama y me acercó a ella para plantarme un fuerte beso en los labios.
Al principio intenté resistirme pero conforme pasaron unos segundos mi cuerpo dejó de responder y me dejé llevar por el momento. Su boca y en particular sus labios tenían un delicioso sabor, a fresas para ser exactos el cual seguramente provenía de alguno de mis labiales. Sin darnos cuenta, el beso, que en un principio no era más que un par de bocas pegadas una junto a otra, comenzó a hacerse más y más profundo convirtiéndose en un entrlazo de la una con la otra. Instintivamente comencé a abrezar su labio inferior con mi boca, como si quisiera quitarle todo el labial prestado, y ella lejos de resistirse lo estiraba como pidiendo más y más.
Durante ése instante la noción del tiempo se perdió en algún lugar de nuestras mentes, por éso me es imposible recordar cuánto tiempo exactamente estuvimos así. Sólo recuerdo que en algún momento ambas caímos en cuenta de lo que estábamos haciendo e inmediatamente nos alejamos la una de la otra, dándonos la espalda para ocultar el rubor de nuestra cara que seguramente estaría del color de un tomate.
— E-e-esto n-nunca pasó ¿de acuerdo? —dijo Choa tartamudeando seguramente por el shock.
— Entendido —dije apresurando mucho las palabras— seguramente fue por el sueño, será mejor que ya nos durmamos.
— Sí yo creo —ambas nos apresuramos a apagar las luces y arroparnos en nuestro respectivo lado de la cama, una vez más dándonos la espalda.
A la mañana siguiente actuamos como si lo de aquella noche nunca hubiera pasado. Tiempo después anduve con Cindy y algunas otras chicas y chicos. Mi primer beso oficial tuvo lugar en algún otro lugar con una persona distinta. Quedando el verdadero oculto entre una montaña de peluches como un secreto entre las dos.
☆ ☆ ☆
Ése día en particular llegamos más temprano de lo habitual. Edgar amablemente se había ofrecido para ayudarme a estudiar para los exámenes que ya pronto amenazaban con llegar. Llegué a la puerta del salón y como ya era costumbre en mi me asomé por la ventana de ésta para saber quién estaba dentro. No había tantos alumnos, después de todo aun faltaba para nuestra primera clase. De entre todos destacaba una que se encontraba en los últimos asientos sentada con el gesto más aburrido que había visto hasta la fecha.
Me sentí un poco mal por ella, después de todo era igual o incluso peor de antisocial que yo, por lo que no era de sorprenderse que se encontrara de ésa forma. Aún así era su culpa, ella se había enojado sóla.
— ¿Quien está adentro? —preguntó Edgar mientras me ofrecía una soda enlatada.
— Hmmm... Nadie —conteste intentado evitar el tema— ¿no quieres ir mejor a otro lugar?
Traté de ocultar la ventana con mi espalda, pero fue inútil pues él, aprovechando su altura consiguió echar un vistazo al interior— ahí está Choa ¿Por qué no tratas de hablar con ella? —dio un trago a su bebida.
— Porque no tengo de qué hablar con ella, quería espacio y éso es lo que tiene —dije con un tono de indignación.
— ¿Segura? Porque ella no parece estar del todo de acuerdo —dedique otro vistazo a Choa que continuaba con un gesto de aburrimiento fatal.
— Te digo que mejor vayamos a otro sitio —argumente tratando de jalar su brazo para apresurarlo, pero él simplemente se resistio.
— Escucha, obviamente no te voy a obligar, pero tampoco me gusta que estés así, en verdad creo que deberías hablar con ella.
— No lo entiendes —conteste bajando la mirada, la conversación era inevitable.
— Puede que tengas razón —me abrazó tiernamente— pero se supone que son amigas y ya estuvieron separadas cuatro años, deberías aprovechar ahora que la tienes más cerca.
— ¿Tú cómo sabes eso?
— Me lo contó un pajarito...
— Fue Oliver ¿verdad?
— Mi punto es el mismo —correspondi el abrazo, Edgar tenía razón, se supone que habíamos entrado a ésta universidad para vernos más seguido, y ahora que podíamos estábamos más lejos que nunca.
— Tal vez tengas razón... —cedi mientras el acariciaba mi cabello.
— ¿Entonces vamos a entrar?
— Nah, ahorita no, tengo una idea mejor para contentarla.
∆ ∆ ∆
Días después...
Choa se encontraba sóla como de costumbre, era el momento perfecto. Me acerqué decididamente hacia ella y de un golpe planté un regalo en la mesa, era un frasco cubierto de algodón simulando lana y en la tapa dibujada una cabeza de borrego.
— ¿Qué es esto? –preguntó extrañada.
— Una ofrenda de paz.
— Okaaay ¿y por qué tiene forma de borrego?
— Ábrelo –miro con desconfianza el frasco y luego a mí. Comenzó a girar la tapa y cuando por fin logró sacarla varios resortes rojos saltaron del interior. Ella dió un saltito de la impresión. Se quedó viendo al infinito con un gesto que se podría traducir como "¿qué hice mal?" Mientras esperaba a que terminaran de salir los resortes. Entonces me vio a mi con la misma cara–. Son sus tripas –dije señalando los resortes.
— Si entendí –dijo ella sin cambiar su expresión. Hubo un silencio en el que sólo nos miramos la una a la otra, lo cual fue bastante gracioso. O por lo menos éso dijo después Edgar que se encontraba viendo todo desde la entrada.
— ¡Perdoname! –solte finalmente y la abracé– no sé que te hice pero por favor perdóname...
— Alessa...
— ... Soy una terrible amiga por no decírtelo antes, pero también es tu culpa...
— Alessa...
— ... Tú fuiste la que quería espacio para quien sabe que cosa...
— ¡Alessa!
— ¡¿Qué?! –retrocedi para verla de frente.
— Está bien, no tienes que disculparte.
— Pero yo...
— Fui yo la que se comportó como una tonta, lo siento... –su voz pareció temblar en un momento.
— Bueno, mejor dejémoslo como un empate –ahora fue ella quien me abrazo. Estuvimos un rato así hasta que Edgar se acercó.
— ¿Entonces...? ¿Ya quedó?
— ¿Ya quedó qué? –contestó Choa un tanto agresiva.
— Ah sí, Choa te presento a mi novio Edgar.
— Un gusto –dijo él y extendió la mano.
— Como sea –contestó ella haciendo a un lado el saludo.
— Así es ella –dije para disculpar a Choa.
— No te preocupes –respondió él– he conocido peores. ¿Que les parece si celebramos ésta bonita reconciliación con una bebida?
— Yo voy por ellas –dije mientras me levantaba– ya sé qué le gusta a cada quien y además tengo la cartera de Choa.
— ¿Que? –se tocó los bolsillos– ¿en qué momento...?
— Bajaste la guardia mi querida amiga.
— Veo que te he enseñado bien –puso una pose de seguridad– deberías estarme agradecida.
— Y lo estoy, gracias por tu cartera jajaja.
— Espero que sepas lo que pasará cuando te agarre.
— Querrás decir si es que me agarras buajajajaja –en ése momento salí corriendo en dirección a la máquina de bebidas.
★ ★ ★
La pelirroja salió del salón en busca de la cafetería, dejando sólos a la rubia y su enamorado. "Servirá para que se conozcan" pensó mientras daba el último paso dentro del aula; sin embargo Alessa no sabía que aquellos que se suponía debían ser amigos eran rivales, rivales de amores de lo cual sólo uno de ellos era consciente.
— No sé que tanto viste –comenzó Choa apenas vio que su amiga salía por la puerta–, pero ni creas que te servirá para chantajearme. La amenaza sigue en pie y pienso cumplirla.
— Tsk –contesto Oliver conteniendo su ira– tú tampoco te confíes, que si Alessa se disculpó fue porque yo se lo sugerí…
— Yo no te pedí que hicieras nada.
— Y ni aunque me lo hubieras pedido lo habría hecho por ti, fue por Alessa, se veía triste por ello pero claro, éso a ti parece no importarte.
Ahora fue Choa quien tuvo que dar un amargo trago de coraje– ¿y crees que por éso eres mejor que yo?
— Yo no me creo nada...
— Que bueno, porque eres NADA –interrumpió adrede la rubia. Él dio un suspiro de resignación.
— Mira, está más que claro que ni tú ni yo queremos estar cerca del otro, pero tenemos un objetivo en común y eso es cuidar a Alessa. Así que te propongo una tregua, por lo menos mientras esté ella, tratemos de tolerarnos y todos felices.
La rubia guardó un silencio para meditarlo, si lo que decía era cierto, entonces pelear con él sería improductivo. Además, era más fácil que Alessa se alejara de un novio que de una amiga, por lo que tenía las de ganar por el momento–. Está bien, pero recuerda lo que te dije.
— Como quieras.
Y no se dijo más. Ambos se mantuvieron en silencio hasta que llegó la pelirroja con tres bebidas de diferentes sabores. Si la ignorancia es felicidad, en ése momento Alessa estaba contentisima de no saber que sus amigos estaban en medio de una guerra fría disfrazada de tregua. Cualquier mal movimiento podía desencadenar un terrible desastre, teniendo en medio del fuego cruzado a aquella inocente chica que felizmente abría una bebida sabor naranja. Su favorita.